Exilio de casa (parte 1)

Atardece. Casa de barrio. ¿Qué tiene una casa que no tengan otras? Este cielo oscurecido con pájaros que lo vuelan en el silencio del regreso, la luna impasible y siempre cambiante, este camino que los caracoles aman cruzar de lado a lado cada tarde; todo eso ¿No es acaso común para cualquier casa de cualquier lugar de la Tierra?

Una casa es acaso una molécula. Una conjunción de partes que la conforman: una ventana, una puerta, un mosaico, un camino. Y la casa habitada por seres hacen que se resignifique, que cobre vida y sea ahora una entidad irrepetible. Es ahora un hogar con sus partes constitutivas: ésta ventana. ésta puerta, ese mosaico, aquel camino.

Las paredes de una casa conservan música, voces, risas, gritos, llantos, golpes, balbuceos, secretos, gemidos. Una casa deshabitada se seca como una planta sin savia. Entiende que debe declinar su entereza; se deja vencer en su fragilidad. Inicia el retorno a la naturaleza más pura, de donde sus átomos provinieron.

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