Fuegos no artificiales


ENERO 2013 |

 
Viajando mientras pienso en mi. Somos el tema que sin duda abordamos más frecuentemente a lo largo del día; así y todo, es muchas veces un tema nunca resuelto. ¡Qué tanto! Uno mismo es un tema jamás resuelto. Pensaba en cierto gusto por varias cosas aparentemente inconexas: aprendí por mis propios rebusques a usar corel y amo armar cosas ahí; me apasiona escribir y leer; canto, compongo, toco el piano y la guitarra; disfruto haciendo pequeñas (muchas veces infructuosas) obras de carpintería menor; diseño espacios; veo películas y series con una dedicación casi sagrada. Amo cocinar y comer. Planear y hacer estrategias. Relajarme. Formarme. Aprender coasas nuevas. Escribir historietas. Cultivar mis plantas .

En fin:  Actividades que no se conectan cuando las analizo desde un enfoque clásico. Para qué serviría perder tiempo en esas cosas. ¿Qué ganancia me suponen? Ninguna, obviamente. Porque no las hago en el marco de un trabajo. Son actividades que me dan paz cuando exprimo su belleza. No son disparos al aire. La pólvora de la bala es más útil pero menos bella que la del fuego artificial. ¿Qué preferimos, la pólvora de los fuegos que estallan la emoción fugaz o la que deja mil años de muerte?

Pero tampoco es que haga una apología de mis pasiones artísticas y de mi ocio. El hacer se potencia cuando se pone en movimiento. El ocio ininterrumpido trae consigo un letargo subterráneo, una necesidad de movimiento que pareciera haberse disipado. En cambio, disfruto ese camino en absoluto inconducente; no intento saber a donde llevan sus curvas. Son práctica para formarme en la belleza.

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