Capricho de los párpados
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Cuántas horas de cuántos días se han sucedido sin interrupción. Aún cuando en las vísperas de sus impases me invada un pavor creciente, cada mañana la inconsciencia me regala el olvido. Distraerse de la ausencia y la aflicción es un don precario pero divino.
El capricho de los párpados estira su cuello como en las noches eternas. Intenta en cada rincón apagado hallar respuesta a una pregunta ni siquiera pobremente formulada. Me empuja a repetir cómo un loco que amo lo que amo; que amo a quienes amo.
Se que no son miedos de esclavitud insomne, no me someto a la vida: la desentrevero apasionado. Son alegrías y temores de noctambulismo, caras del anverso de la realidad. Por un instante (que serían entonces todos los instantes) me descubro atemporal: único modo, intuyo, de fotografiar la vida.
OCTUBRE 2012
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