Delicadamente extraño

Quiero destacar tres etapas transversales de mi vida por ser particulares en cuanto a edades bien diversas y a mi relación con el mundo alrededor. Cuando tenía 10 años (etapa en que encajaba), a los 15 años (donde ya no encajaba) y a los 30 (donde de otras maneras seguía sin encajar). Por encajar quiero decir sentirme en sintonía con mi alrededor.

 A los 10 quizá encajaba entre mis amigos del colegio porque éramos niños con similares códigos; en cambio, a los 15 (así como a los 30) sentía que no tenía la necesidad de hacer las cosas que se esperaba que hiciera. Y así anduve: muy viejo para adolescente y muy joven para cuarentón, hasta que un día descubrí que lo que me había hecho desencajar había sido la atención. La atención de mi mismo, una conexión no buscada pero que siempre me resultó natural y esencial. El “ser joven / ser viejo” se resignificó entonces inmediatamente, perdió toda la carga emocional/mental y se convirtió en lo que es: la representación que del tiempo solemos tener. Un disfraz que no podría alterar de manera alguna el ser atemporal que somos en este instante.

 Me descubrí viviendo atento y consciente; lo que es vivir entre paredes resquebrajadas. Viendo a través, saliéndose por las grietas; entendiéndose a la vez dentro y fuera de los pasillos que el mundo alrededor, la sociedad alrededor, construye.




Matrix es el gran ejemplo que siempre me viene a la mente, quizá porque cuando me contemplé tuve la exacta sensación de Neo comprendiendo la matrix.


También lo comprendo como dar un paso atrás. Vernos a nosotros mismos con un enfoque más amplio que sólo se consigue dando un paso atrás. Ampliando la visión, contemplándonos dentro del panorama. De esta forma, integramos ambas visiones, la general y la particular. La cosa es que encajar es una necesidad de la mirada más restringida y limitada. El mundo alrededor tiende a eso porque así se hace desde incalculable tiempo atrás. Una vez le escuché a Dave Ramsey un cuento sobre un estudio hecho en monos para ver su comportamiento:
  • Varios monos eran puestos es un recinto en medio del cual había un palo alto con unas bananas en la cima. Cada vez que uno intentaba trepar al palo una manguera le disparaba agua a presión. Así, cada uno de los simios fueron probando suerte y ninguno lo consiguió. A continuación procedieron a cambiar de a uno a los monos. El nuevo lo primero que intentaba una vez adentro era bajar el cacho de bananas ubicado en lo alto con igual suerte que los otros monos: Un chorro de agua lo arrojaba al piso. De a uno fueron rotando a todos los monos que repetían la infructuosa tarea. Incluso los mismos monos evitaban que el novato cometiera el intento. Finalmente cambiaron a todos hasta que los presentes fueran todos monos que no habían hecho el intento de subir al palo y comprobaron que ninguno lo intentaba siquiera. El comportamiento se había arraigado y se había convertido es el así se hace del recinto.

Es justo pensar que tal vez así se hace es en verdad así es, pero basta la más mínima sospecha para justificar que hay algo más. Basta que un sólo segundo hayamos podido contemplarnos íntegramente, desde más allá de la creencia de quienes somos para aceptar que así se hace no lo es todo. Es sólo una opción entre infinitas. Una vez abierta esa puerta es imposible volver a cerrarla y, por mucho que nos alejemos en la vida de ella, los vientos que deja pasar siempre nos alcanzan.

Las paredes son los límites

El universo a nuestro alrededor se va iluminando a medida que lo vamos descubriendo. Es decir que dentro de los límites de esa iluminación se conforma el universo personal, individual. Una nueva experiencia que nos lleve más allá del límite amplía el mundo, un pensamiento, un logro. La sensibilidad y la conciencia del ser va evolucionando, lo que significa contornos difusos en constante expansión. ¿Qué hay más allá, en las sombras? La dimensión desconocida. Lo no revelado. Y el límite entre lo revelado y lo no revelado es inestable hasta que una luz lo disuelva.

A Hugo Mujica le escuché algo así como que El hombre en su evolución inició la búsqueda de “Qué es vivir” y creó toda una estructura para vivir y darle sentido a su vida; luego, en un momento, El hombre se dio cuenta de que el desarrollo de esas infraestructuras había continuado y continuado desmedidamente pero que carecían ahora del contenido para el que fueron creadas. El hombre se olvidó de La Vida. De lo simple que es vivir.

Esa infraestructura es similar al andamiaje de las sociedades. Definiciones de límites que dan marco a cada uno de los aspectos de las personas, las familias, los comportamientos. Pero ni siquiera esa estructura, creada por el miedo al más allá, a aquella dimensión desconocida de lo no revelado, es fija. Las culturas van cambiando, los valores cambian, las sensibilidades cambian... es decir: los límites cambian, se van iluminando. Pero pocos lo ven. De hecho, inmediatamente el ego colectivo coloniza el nuevo horizonte para volverlo un nuevo límite integrado a una infraestructura del miedo.

Sólo la contemplación, la atención sobre la vida misma resquebraja las paredes por las que circulamos. Sólo disolviendo las creencias podemos comprendernos con opciones para trascender los límites de lo aún no revelado.

Wu wei

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