Viajé (epílogo)

Viajé. Hace ocho meses subí en una estación con unos paisajes, hoy me bajo del convoy. El entorno cambió; lo que se mueve cambia.

Mi primer puerta la abrió un grupo de, hasta entonces, no bien conocidos amigos, que me hicieron pasar sin siquiera imaginar ellos lo importante que era para mí ser invitado a entrar. No dudé; armé mi equipaje, la música y me entregué al devenir. Mis equipos los corroboré con la maestra que me iluminó los caminos hasta la estación.

¿Debía hacerlo? Muchos amigos de tierra firme me dieron su sonrisa franca como respuesta; compartieron conmigo tramos. Dentro del expreso conocí personajes que intuyo esenciales en todos estos recorridos; personajes que era hora de conocer. Con todos ellos compartí más o menos aventuras, pero todas luminosas y transparentes.

Hoy llegué a la última estación. Aquí el tren detiene su paso, para abastecerse o para que yo decida mi nuevo camino. Como todos, estos paisajes tienen tormentas y soles, pero difieren en su esencia. La estación del Sobreviviendo quedó lejana en el camino; desciendo hoy en la estación de Lo Nuevo; y mirando hacia atrás, descubro, el viajecito tiene una particularidad: el camino que se transitó inmediatamente se borra, por ende, no existe el camino de regreso: Todo es ir.



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