Desenvuelta

SEPTIEMBRE 2016 | 

Solía llevarte conmigo cada vez. Desde el día que te descubrí, pero desde antes también. 

Solía llevarte envuelta en las más cómodos alrededores que alguien se hubiera podido imaginar. Temiendo quizás que los vaivenes del camino te sacaran a la luz, te alteraran o te rompieran en pedazos. Temiendo seguramente que fuera yo quien se rompiera en pedazos. 

Solía olvidarme que te llevaba conmigo cada vez; aprendí a entenderme con tu peso, con tu presencia. Aprendí a llevarte ausente y anónima. Conociste así todo lo que yo conocí, y que incluso nadie más conoció. 

Solía llevarte como en estratégica alianza, sometido a la paradoja. Eras existencia en mi existencia y, así y todo, solía llevarte oculta. 

Una noche cualquiera, el más mínimo descuido, la brisa más tenue deja caer lo que te envuelve y así, tímida y descubierta, apenas aparecida ante mis ojos, expones la inefable verdad. El vacío invade todo, irrumpe en cada emoción, pensamiento o sentimiento, todo en un solo instante. La Verdad, al fin desenvuelta, me convierte en el mismo vacío en que no dejo de caer y que, a la vez, me mantiene inmóvil.

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