Anti rutina de matina

 

Buenos Aires, Diciembre de 2012 

         5:14 de la mañana. Incluso esta ciudad que no duerme tiene su impass. Buenos Aires ha, al menos, cabeceado en su silla de cemento y ahora las aves la llenan de naturaleza. El sol salió y eso cuentan tan diversos cantos. El aire está literalmente poblado de ellos. ¿Dónde estarán los motores? me pregunto mientras doy paso a la luz de las ventanas.

Como usuario de filosofías que reconozco, siempre se reconoce con posterioridad, como filosofías naïv, he encarnizado una lucha indescriptible contra la rutina durante buena parte de la vida. De alguna forma los hábitos nos sostienen. Es por eso que nos acaban alcanzando por mucho que luchemos; a escondidas de la rebelión consciente, organizamos ese andamiaje que evita que seamos un satélite a la deriva de la humanidad.

A veces el cambio que buscamos no es el que suponemos. Romper la rutina es el símbolo del cambio y nada más. Se agota el placer y el alma cambia de horizontes. Cambiar el momento de repente, incluso en lo más insignificante, alimenta al alma. Me force tantas noches a volver a rutinas que antes me relajaban. Inutilmente, pues hoy somos unos y mañana otros.

Las aves invadiendo el aire. Silencio en los pasillos de mi casa. No hay noticieros en mis oídos y menos en mis pupilas. Me levanto conmigo mismo. Ni siquiera ha gillespie lanzado su almohada maldita. Es la hora en que no se corre y en la que ni siquiera se inventa la excusa para hacerlo.

Decido salir antes del ocaso de la paz, que es no obstante temprano. Ahí voy al día. Tal vez se irán hundiendo mis pies en la orilla cotidiana de carreras y ruido; tal vez me asome al encuentro de la irracional prisa respirada. O tal vez salga de esta experiencia distante a la rutina con una nueva lucidez en la mirada.

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