Síndrome de abstinencia


No sé qué tipo de conciencia puse en la decisión de no traerlo conmigo. Fue un instante; no dudé: armar valija a contrarreloj y ordenarla estratégicamente sólo hizo que la resolución cayera de madura. Al fin y al cabo serían sólo seis días sin su sabor en mis venas.


A miles de kilómetros de la posibilidad de arrepentimiento, vine a descubrir que, de toda sustancia consumida en forma cotidiana, el alejamiento no puede ser repentino cuando uno mismo no desea profundamente abandonar el hábito.


Unas pocas horas, las primeras, pasé sin siquiera extrañar. En las siguientes horas, el recuerdo de su nombre, los momentos oportunos para recurrir a su encuentro y hasta la mismisima sensación del agua en mi boca llegando desde las entrañas de sus hierbas (destilado su cuerpo amargo y vegetal), fue creciendo lento y constante como un oxido. 


El mate es un rito al que volveré con devoción tras mi viaje abstemio.

 



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