Treinta y tres

Ahí te dejo, flaco, con tus 33. Flaco, pero nada mal.  La cruz es solamente un símbolo, la representación de todo lo que podemos suspender sobre los magros músculos, y de cuán desproporcionadas pueden ser (a ojos mundanos) las fuerzas que nos broten.

Necesitamos, flaco, más poetas y más profetas. Es extraño pedir la flor a la naturaleza, que tiene sus pacientes leyes para vencer al cemento, pero es que hay tanto mercado y tanta feria que yo mismo los echaría en un arrebato. O acaso, en el chapoteo de las comunicaciones, poetas y profetas estén tan salpicados que se hace difícil diferenciarlos. Necesitamos entonces, flaco, un mapa de ese camino alternativo; de esa sintonía que parece vibrar a otra velocidad.

Te dejo con tus 33 bien desclavados. El amor y la noción del amor son bien distintos. Son el fuego y la práctica repetida de la rama frotada en la piedra para conseguirlo. Yo también a veces me descubro hablando demás. La lengua nos ofrece mil vericuetos para llegar a la misma emoción; y al fin, como todas las verdades universales, el amor es uno.

Nadie contó más que 33. Aunque te fueras a seguir viviendo. Ahí quedó claro qué es lo que esas cuentas representan. Allá mueren mis 33 y el que hasta entonces fui. Cada mañana abrir los ojos es volver a brotar como la flor inconsciente de la ley.

22 de septiembre... abro los ojos.  

SEPTIEMBRE 2012

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